domingo, 28 de septiembre de 2014

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN INGLATERRA Y SUS CONSECUENCIAS PARA LOS POBRES

-La economía, la historia económica y la historia de la pobreza.


La economía es, en el fondo, el estudio de la pobreza. Asimismo, la historia económica es, en gran medida, la historia de la pobreza. La economía estudia los problemas referentes a la escasez de recursos en relación con las necesidades del hombre y, por ende, los problemas implícitos en la elección entre las distintas necesidades y la asignación de los escasos recursos disponibles para satisfacer esas necesidades. Como dice el profesor Robbins: “La economía es la ciencia que -estudia el comportamiento humano como una relación entre los fines y los escasos medios que tienen usos alternativos.
-La creencia en el progreso material del hombre no es de vieja data. Durante la mayor parte de la historia esa creencia no fue compatible con la experiencia vivida, ni fue alentada por la religión. Si examinamos la situación imperante a lo largo de los siglos, cabe dudar de que en los grandes centros de la civilización la suerte del trabajador no calificado haya variado mucho en los dos mil años que van desde la Grecia de Solón hasta la Inglaterra de Carlos II o la Francia de Luis XIV.

 Epocas de crecimiento económico
La historia del crecimiento económico puede dividirse en tres épocas distintas, separadas por las revoluciones agrícola e industrial. La revolución agrícola empezó en el Medio Oriente hacia el octavo milenio antes de Cristo; los comienzos de la revolución industrial se sitúan precisamente en la Inglaterra del siglo XVIII. La revolución agrícola consistió, esencialmente, en el paso de la caza, la pesca y la recolección de alimentos al estadio del cultivo de la tierra con asentamientos poblacionales permanentes, y condujo al desarrollo de la civilización urbana. La revolución industrial consistió, esencialmente, en el paso de la agricultura a la industria y los servicios, y condujo a un rápido crecimiento de la producción, la población y la urbanización. Ambas revoluciones cambiaron radicalmente la historia de la humanidad, ampliando en grado significativo la capacidad productiva del hombre y permitiendo a largo plazo el aumento de la población, en forma lenta después de la revolución agrícola, y de manera explosiva durante la revolución industrial.

-La clave es el crecimiento, no la redistribución.

Como demuestran los estudios de largo plazo sobre la distribución del ingreso, desde el comienzo del proceso de industrialización se puso de manifiesto una clara tendencia hacia una mayor igualdad en los ingresos.7 Los mismos estudios revelaron que, sean cuales fueren las causas y los efectos de la redistribución, el principal componente del creciente ingreso per cápita, del creciente bienestar, es el crecimiento económico. Cualquier tipo de redistribución, sea que se haya obtenido como resultado de la presión de los sindicatos o de la política social del gobierno, ha sido insignificante si la comparamos con el incesante aumento del producto per cápita logrado a través de la industrialización.

-La revolución industrial en Inglaterra y el progreso económico.

El proceso de industrialización y el problema de la pobreza, junto con el efecto de la revolución industrial sobre los pobres y los desvalidos, pero antes de enfocar estos temas trataremos de definir la revolución industrial. Aunque la revolución industrial fue una de las grandes discontinuidades de la historia -"la gran transformación", como la llamó K. Polanyi11 -, puesto que marcó la línea divisoria entre un mundo en crecimiento lento y un mundo en crecimiento sustancial y sostenido, los historiadores no la definieron, en general, con suficiente precisión y cuidado. En realidad, durante mucho tiempo el interés de los historiadores de la revolución industrial se centró en la distribución y en los males de la industrialización.

La oposición a la industrialización

Algunos círculos y algunos intereses se opusieron a la revolución industrial, del mismo modo que lo hicieron, ulteriormente, algunos historiadores que la atacaron e interpretaron en forma errónea. La oposición provino principalmente de ciertos sectores que se sentían económica o socialmente amenazados por la industrialización -por ejemplo, algunos terratenientes- y de aquellos que la combatieron por motivos de orden moral o estético, como algunos poetas y novelistas. Sin duda hubo también verdaderas víctimas directas de la industrialización, especialmente los trabajadores manuales que eran desplazados por las máquinas, de los cuales los tejedores constituyen el ejemplo más conocido y más numeroso.
La revolución industrial cambió o modificó obviamente los valores sociales, así como introdujo cambios en el medio;15 reemplazó el status social y la costumbre por el contrato en buena parte de las relaciones humanas, p. ej., en la fijación de los salarios; creó un nuevo medio urbano que en muchos sentidos era menos atractivo que el idílico verdor de la aldea.

"El siglo del progreso"
El siglo XIX fue llamado "el siglo del progreso" debido a los evidentes beneficios derivados de la industrialización, mientras que los problemas surgidos en el siglo XX hicieron flaquear la complaciente creencia en la inevitabilidad del progreso. En el siglo XIX, la principal motivación social de todas las clases era sacar partido del progreso, del crecimiento económico.


El crecimiento económico y las cambiantes actitudes hacia la pobreza

La pobreza, sea cual fuere la definición que adoptemos, fue un estado omnipresente en la Inglaterra preindustrial, que brindaba escaso bienestar material y pocas esperanzas de progreso a la mayoría de sus habitantes. De acuerdo con una estimación razonable, más de un cuarto de la población de Inglaterra (y un porcentaje aun mayor de la población céltica) vivía en un estado de pobreza crónica, es decir que apenas podía proveer el mínimo necesario para la subsistencia, y esta cifra podía llegar a duplicarse cuando fracasaban las cosechas. La escasez de alimentos y la desnutrición, la falta de higiene y la ignorancia médica, las enfermedades endémicas y epidémicas mantenían a la población en una trampa malthusiana con el control positivo de una tasa de mortalidad persistentemente elevada.


El colapso de los temores malthusianos
Tan comprensible como este profundo pesimismo fue, sin embargo, su desaparición, después de 1840 aproximadamente, ante la masiva productividad de la nueva industria. El temor a la superpoblación, junto con el temor a la contaminación ambiental en escala universal, no reaparecieron hasta el tercer cuarto del siglo XX. A medida que avanzaba el siglo XIX, sin embargo, resultó evidente que la pauperización de la clase obrera -esa pesadilla de Malthus y esa esperanza de Marx- no iba a producirse. Por el contrario, se observaba un lento pero gradual progreso en la situación económica de las masas, Incluso hacia 1840, el malthusianismo en su forma más rígida ya no era aceptado.

La revolución industrial hizo más explícito el problema de la pobreza; si bien la industrialización no lo agravó, amplió la escala de la pobreza a través del incremento de la población y de la urbanización, tornándola más obvia. La pobreza rural dispersa de la Inglaterra preindustrial no era tan espectacular -aunque sus efectos sobre el individuo fuesen más letales- como la de los míseros barrios bajos de las nuevas ciudades industriales.

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